martes, 11 de octubre de 2016

TRAS EL RASTRO DE ALICIA | CAPÍTULO 3

Querido Anónimo:




Llevo más de una hora -bueno, quizás no tanto- dando vueltas por la habitación. Con deciros que como siga así le voy a hacer un agujero al suelo, os podéis hacer una idea. Es más, si me hicieran un examen describiéndola lo aprobaría con la nota esa tan grande que yo nunca he tenido. Seamos sinceros, el día que yo saque un 10, algo anda mal. ¡Bueno ya, que me desvío! Total, que me he vuelto a despertar más desorientada que Kiko Rivera de resaca.
Aún sigo pensando qué narices hago yo aquí y todos los caminos van a parar al dichoso collar. Os juro por snoopy que ya he intentado sacármelo, pero es que es imposible. IMPOSIBLE. No se puede. Estoy hasta por echarme a llorar en el suelo porque no hay narices a sacarlo. Es como si estuviese hecho de esa cosa muy resistente que tiene..... De eso mismo.

-¡Vaya! ¡Habéis despertado!

Una voz interrumpe mi momentazo de reflexión. Giro quedando frente a la dueña de esta. Lucía. Una adolescente de mi edad -año arriba, año abajo-. Se encuentra bajo el marco de la puerta expectante a mi respuesta. Luce diferente. No lleva el vestido de la otra vez. A ver, no la estoy llamando guarra, solo que no es escotado como creo que era el otro. Este llega hasta el cuello y no deja piel a la vista. De todas formas, no se nota tanto porque su larga melena azabache cubre la tela. Lo que más destaca en su rostro son sus impresionantes ojos azules. Tiene una mirada gélida impactante. De estas que salen en las películas y la tiene el malo que suele ser calvo, pues de esas. Aunque su parecido con Marion está oculto, basicamente parecen el día y la noche.

-Eh.... ¡Sí! Hola.

-¿Cómo se encuentra? Tiene mejor aspecto.- camina hacia una silla que había cerca de la cama y deposita un vestido en ella - Ya que está despierta, si quiere le ayudo a cambiarse. -señala la prenda- Le he traído uno de los míos. Creo que le estará bien.

-Supongo que gracias. - una mueca intento de sonrisa adorna mi cara - No creo que sea necesario.

-¡Por supuesto que lo es! Hay que bajar a almorzar para que puedas conocer a mis padres.- dijo mientras se dirigía a la puerta - ¡Manuela! ¡Venga!

Una mujer mayor se aproxima al cuarto digno del Hilton y tras pedir permiso agarra el vestido y se dirige en mi búsqueda para encasquetarme los trapos esos. De verdad que he intentado huir pero la mujer es más rápida que sonic. Como puede me quita lo que llevo -no recuerdo haberme puesto un camisón- y me coloca el dichoso harapo, me sienta a la fuerza en una especie de tocador y peina mi enredadera morena.

-Vayámonos ya querida. No los hagamos esperar.- toma mi brazo y me lleva arrastras hacia las escaleras. Estoy empezando a pensar que esto de que me lleven "a trompicones" a todos lados se está volviendo una costumbre. Madre mía. Si parece que vamos a apagar un fuego.

A los pies de las escaleras se encontraban quienes deberían ser los padres de la joven que me quiere arrancar el brazo. Ambos guardaban celosamente un aspecto juvenil envidiable.

-Me alegro de que se encuentre bien y nos honre con su presencia en la mesa, señorita...- la dulce voz de la mujer hacía eco en mi cabeza mientras ella, pacientemente, agarrada a su marido, esperaba una respuesta de mi parte.

-De las Heras, Alicia de las Heras.- estiré mi mano hacia ella, obteniendo a cambio una mirada interrogante de su parte. ¡Qué momento más incómodo! Es como si te dejasen colgado en un "give me 5" , habrá que disimular un poquito. Retiro la mano tendida y la deslizo como si tuviese un capote hacia la espalda dejando entre ver una sonrisa traviesa sin malas intenciones. Solo faltó el "¡Olé!".

-Señorita de las Heras.- el hombre recoge mi mano encarcelada entre la de Lucía y besa su dorso - Deje que le presente a mi amada esposa la Condesa Rubio.

-No le tome mucha importancia al título. Prefiero que me llamen Esmeralda al igual que a mi marido Maximiliano. -sonríe al susodicho.

-Pasemos mejor la conversación a la mesa si gustáis. - propone el Conde.

Bien. Aquí es donde debería morderme la lengua pero sinceramente lo que ven mis ojos no lo creen. Una mesa más larga que una pasarela llena a rebosar de comida. Pero no de cositas "pitiminis" de las que ponen en los restaurantes esos de Barcelona. No, no. Comida de la buena que te obliga a limpiarte la baba nada más verla.

-Me cago en la put...  ¡PUM!- grito estrepitosamente haciendo movimientos con las manos intentando disimular la palabrota que se me iba a escapar. -Una mosca.

Lucía me mira raro ocultando la risa que está por salir de su garganta. Me siento cerca del recipiente de pavo al que pronto le hincaré el diente sin esperar a tantas parafernalias que, al fin y al cabo, me sientan como si colocaran un billete de 50€ delante mía y me dijesen "No lo cojas".
Quienes supongo que serán las sirvientas, cortan trozos del pavo y lo distribuyen por los diferentes platos de la mesa. Nueve platos, cuatro personas en la sala. Vamos a ver, mu' lista no soy pero sé contar, y sobran. O se han equivocado o viene más gente a comer y yo no me he enterado.  Supongo que mi cara ahora mismo es un poema porque ella contesta mi pregunta no formulada.

-Los puestos vacíos son para mis hermanos. Estarán por llegar. Partieron con los Gómez en la mañana. - la miro dubitativa - Sí. Verá, somos seis Rubio. Ya conoció a Marion, es la mayor . Le sigue Marcos y tras este, voy yo. Más tarde nacieron los gemelos Carlos y Fernando. No te fíes de ellos son el diablo en persona. - susurra lo último mirando el plato- Y por último Isabel. La princesa de la casa.

El sonido lejano de caballos se hace cada vez más notorio en el comedor. Y no es hasta que él pone un pie en la sala que experimento la sensación del corazón desbocado.


GROSSES BISES









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